lunes, 23 de enero de 2012

Rubén Paz y la zurda prodigiosa

Solo la memoria nos permite registrar lo anhelado y olvidar lo amado. En tiempos donde se hablaba de Maradona y Francescoli como los principales exponentes del fútbol sudamericano, un mediocampista hizo su aparición, siempre en el rol del coprotagonista, pero que hasta hoy es considerado uno de los mejores productos que Uruguay ha exportado. Con ustedes, el gran Rubén Paz.


“De niño quería ser como Alberto Spencer, el mayor ídolo mirasol de todos los tiempos. Cuando a los 17 me di el gusto de debutar y ser campeón, hice realidad mi sueño” El talentoso volante uruguayo creció en Peñarol cuando aún era impensado hasta donde llegaría. Eximio ejecutor de tiro libres, su pierna izquierda acariciaba el esférico con delicadeza, convirtiéndose en digno y aventajado discípulo del brasileño Dino Sani (su técnico en Peñarol e Inter de Porto Alegre).



Era 1981 y Uruguay se había consagrado como campeón del mundialito disputado en Montevideo (1980), pero paralelamente había sido descalificado de España 82 por la selección peruana del técnico Tim, del malabarista Julio Cesar Uribe, y del gran Héctor Chumpitaz. El nativo de Artigas abandonaba su país para enrolarse al Internacional. Sin Copa del Mundo y con 3 títulos locales en su haber, el charrúa trataba de crearse una carrera respetable, y que mejor hacerlo en un torneo plagado de los jugadores más dúctiles del planeta.

Tricampeón estatal con el Inter (82,83 y 84) y la posibilidad de demostrar sus habilidades en Argentina con la divisa del Racing de Avellaneda. “En Racing Club fue otra cosa ya que hace mucho que el club no ganaba nada y colaboré para lograr dos títulos internacionales (Supercopa Sudamericana y Supercopa Interamericana 1988). Aun así, me cuesta explicar el amor que esa hinchada todavía siente por mí”.

Una pausa por el Racing Matra francés para volver a la Argentina y hacer un previo al Mundial de Italia 90, precisamente en el Génova. Eran tiempos de Hugo de León, Antonio Alzamendi, y Rodolfo Rodríguez, es decir, el final de la generación ochentera uruguaya. Dirigidos por si fuera poco, por el maestro Oscar Washington Tábarez.

La divina pierna izquierda del 10 uruguayo yacía establecida para la estética del juego. Esa prodigiosa zurda que nació en Peñarol y se propagó por el mundo.

Gracias a Dios que fue así.

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