La mesa
está servida y los comensales
otorgan ese murmullo
característico e inentendible. Cada uno
aporta un recuerdo, sin
embargo, hay un osado
que se deja de favoritismos
y suelta la
gesta boliche de
1993.La altura se defiende y se aprovecha, pero la
lógica dice que no solo
con altitud se
llega a un
Mundial.
Quién es
capaz de cuestionar
jugar al fútbol
sobre el nivel
del mar. Hay muchos
que lo hacen, pero
en tiempos en
que la discriminación se
condena con la
discriminación, es mejor
dejarse llevar y
callar nuestra verdadera
opinión. En 1993 no
habían eliminatorias extensas
y la cosa
se decidía en
grupos, así que daba
lo mismo elegir
puesto que sabías
que de todas
formas te iba
a tocar o con Brasil
o con Argentina.
Hay veces
que se habla
con la moda
entre las manos y
eso sucedía cuando
se nombraba a
la escuela Tahuichi
Aguilera. Famosa hasta en
la actualidad, pero que
en ese momento
cobraba mayor importancia
tras la hazaña
que termino llevando
a Bolivia a
la Copa del
Mundo. Cinco triunfos en
cinco partidos y una caída
estrepitosa ante la
humillada Brasil, le dieron
a los dirigidos
por Xabier Azkargorta
la posibilidad de ir y
tutearse con los
mejores del planeta.
Porque Bolivia
dentro de su
humildad daba todo
lo que tenía
y no le
sobraba nada. Faltaba un
arquero y se
tuvo que nacionalizar
a Carlos Trucco, un
argentino que llegó
en silencio al
Destroyers y terminó
jugando un Mundial. Y
allí en la
zaga Miguel Ángel
Rimba y Marco
Sandy volaban alto. Y qué
decir del legendario
Milton Melgar. El flaco, único
jugador altiplánico que
puede presumir de
haber jugado tanto
en Boca como
en River. Nada mal
para el santacruceño.
“Platini” Sánchez
venía desde Portugal
para defender a
la nacional y
junto a él, Marco
Antonio Etcheverry, el diablo, le
daba a la
verde la posibilidad
de contar con
estrellas, terrenales, pero
estrellas al fin
y al cabo.
La
historia
habla de un
momento donde la
verde hizo lo
que quiso y
cumplió sus sueños. Donde un bigotón
menos
famoso que don
Vicente, pero tan
español como él, llevó
a un conjunto
pequeño a ubicarse
entre los grandes. No se
puede tapar un
fracaso con escusas
poco valederas y
tampoco se puede
generar el éxito
solamente con el
beneficio climático.
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