Las víctimas se
suceden una a una.
Primero fue Roberto
Soldado y su
cansancio de ser
siempre el eterno
suplente. Después fue Gonzalo
Higuaín, quien se dio
cuenta que no
puedes ir contra
la corriente. Y finalmente, Álvaro Morata, decidió dejar
España en busca
de oportunidades. En un
Madrid empañado de galácticos, no hay
duda que el centrodelantero debe
venir de lejanas
tierras.
Quizá el único
que le dio
la contra a
la regla fue
el recordado Raúl, pero
hasta el “ángel”
no pudo con
los aires cosmopolitas
de la casa
blanca y tuvo
que marcharse. Ya nadie
menciona la famosa
frase de “Zidanes
y Pavones” , nefasto proyecto
de Florentino Pérez
que ensalzó a
algunos y condenó
a otros. Pero todo
recuerdo y todo
presente siempre se
basa en los resultados
y tal como
va la cosa, con
el Madrid campeón
de Europa, y con Karim Benzema
marcando cada vez
más, todo hace suponer
que la presencia
de otro Juanito
está muy lejos
de suceder.
Que curiosa esta
situación. Mientras que la
madre patria cobija
a los mejores
legionarios, los hijos naturales
tienen que buscar
otros lares donde
demostrar su calidad. Ya no
es raro que
Álvaro Negredo juegue
para el Manchester
City o que
Fernando Llorente lo
haga para la
Juventus, equipo este último
que también ha
fichado al propio
Álvaro Morata. Fernando Torres
en el Chelsea
y el último
en partir, Bojan Krkic, ha
tenido que llevar
su talento al
Stoke City puesto
que en el
Barcelona no tiene
cabida.
En el fútbol
lo común y
normal se mueve por el
negocio y cada
fichaje no solo
arrastra el aporte
futbolístico sino también
el ingreso económico. Algunos venden
y otros solo
juegan, no es lo
mismo presentar a
un nacional que
a un local. En mi
país siempre se pensó
que
todo lo foráneo era mejor y
en algún momento
creí que era
verdad, hoy pienso que
no es tan
cierto y que
detrás de esas
compras relumbrantes hay
un trasfondo. Sino no
me creen pregúntenle a
Sandro Rosell.
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