sábado, 10 de octubre de 2015

Olla de oro al final del arco iris



Es como imaginar que lo irreal es real. Allí estoy con un sin número de sueños y con la esperanza de hallar, al final del túnel, como dirían los cuentistas, ese polen necesario que todo ser humano anhela. Se le escapó de las manos a los alemanes, Irlanda gana y espera por fin sacarse la revancha de esa odiosa mano de Henry. Y por supuesto de los millones que después consumaron la misma.

La noticia llegó para beneplácito de muchos. No es que se tenga algo contra el campeón del mundo, pero es agradable saber que al fin el destino empieza a hacerle justicia a la República de Irlanda. Un gol del Shane Long dejó a los verdes con la opción de definir el pasaje a la próxima Eurocopa en la última fecha frente a la Polonia de Lewandowski. Pero no todo fue tan simple como esto, acaso podemos negar el orden expresado por los locales al momento de defender un ataque desenfrenado de los teutones, porque hay que ser claros, si hubo un dominador estos fueron los dirigidos por Joachin Low. Pero era cuestión de esperar y contar con la buena fortuna en algunas ocasiones, ya que los visitantes tuvieron sus oportunidades, pero no las supieron definir dándole aire a  los locales que en el minuto 70 aprovecharon una corrida de Long y el delantero del Southampton luego de eludir a dos rivales batió con un remate cruzado a Neuer y sentenció el partido. Injusto, tal vez, pero un control improductivo no conduce a nada y puede dejar en la cuneta al más experimentado en estas lides.


Ala, como dirían por allí, porque el fútbol no tiene nada de divino y sí mucho de humano. Porque un tal Martín O’Neill pensó que todavía existían opciones y tenía razón puesto que cuando hay efectivos aún se puede soñar. Y no solamente es Long, también está el veterano Shake Given, y el ya mítico John O´shea y el incansable James McCarthy y el punzante Daryl Murphy y tantos otros que aún mantienen vivo a este seleccionado.


La justicia tarda, pero llega. Que trillado he sonado, sin embargo, entre vergüenzas y alegrías puedo decir que el duende alcanzó su olla de oro, recorrió un camino duro y cruzó el mar de los noventa minutos, pero finalmente, logró eso que tantos quieren y pocos consiguen, seguir vivos y continuar con la fe intacta. Gracias a Dios.

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