Un magnifico
presente es el
sostén de un promisorio futuro. El campeón de
América reúne los
elementos necesarios para
imponerse en cualquier
terreno. Así lo está
demostrando y así
lo perciben todos.
La celeste
se codea con
la elite futbolística. Atrás quedaron
esos años donde
las estrellas charrúas causaban
admiración en el
viejo continente, y decepción
cuando la nacional
tocaba sus puertas.
Oscar Washington
Tabárez y sus chicos han
llegado a un
punto donde la
selección es un
placer incontenible que
puede reunir a jugadores de
la talla de Diego Forlán (Inter), Luis Suarez (Liverpool) y
Edinson Cavani (Napoli). Pero no
solo ellos hacen
de esta delicia
un sueño interminable. Como no
contar con el
pundonor de Diego
Lugano (Paris Saint Germain), la
incansable labor de Arévalo Ríos (Xolos de Tijuana) y
la actividad incomparable
de Diego Pérez (Bologna). Menudo en
mis elogios, no he
deseado faltarle el
respeto a las
excelsas carreras de
Maxi Pereira (Benfica)
y a las
corajudas acciones del “Faraón” Diego
Godín (Atlético de Madrid). Prestos a
tomar el relevo, Sebastián Coates
(Liverpool) y Gastón
Ramírez (Bologna) empiezan a
tener más minutos y
paralelamente a nutrirse
con las experiencias
de un cuerdo
Sebastián Abreu (Botafogo).
Uruguay aceptó
su realidad y buscó una
posibilidad. Campeón Sudamericano
y uno de
los mayores exponentes
del balompié mundial. Un trabajo
que inició con una
derrota ante los
peruanos, y varios años
después quien lo
diría, paseando por la cúspide
y
haciendo de esos
malos recuerdos dichosas experiencias.
Ejemplo a seguir.
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