Se
dice tanto y nada se comprueba. Que está a las puertas de su despido, puede
ser, que sus números son nefastos, así es. Pero qué es lo que realmente le
impide al Chelsea despedir a Jose Mourinho.
Agradecimiento
por los triunfos, puede ser. No cortar un proceso, también es debatible. Pero lo
que realmente cobra mayor peso en estos tiempos es que el cese del técnico
portugués le costaría al conjunto londinense la friolera suma de más de 40
millones de Euros, esto en compensación por la unilateral rescisión del
contrato. A todo esto, cree Mourinho que la recuperación del equipo “blue” es
factible. Pienso que todo es posible cuando tienes una plantilla amplia y con
jugadores con calidad reconocida. Porque es imposible creer que por ejemplo
Cesc o Matic hayan perdido la brújula para distribuir el balón. O que Courtais
se olvidó en pocas semanas de atajar. Es cierto que ahora salen comentarios
como los de Pedro, que según su punto de vista, se arrepiente de haber fichado
por el actual campeón inglés, aduciendo que su papel coprotagonista en el
Barcelona no ha cambiado en nada desde su llegada al Chelsea. Sin embargo,
debemos decir que estas afirmaciones son rumores que solo aparecen cuando la
actualidad de un equipo no son las que se esperaban.
A
todo esto también se menciona que el vestuario está descontento con la
presencia de Don Jose, y por si fuera poco el ex Chelsea Samuel Eto’o hace leña
del árbol caído declarando que Mourinho se equivocó con su persona.
“Jose
Mourinho se ha equivocado. Ni soy viejo ni aún me encuentro acabado. Porque un
idiota diga eso no quiere decir que sea verdad”
Inoportunas
declaraciones del atacante camerunés que aprovecha este mal momento del
estratega luso para golpearlo sin contemplaciones.
Por
lo que fuera o por lo que es, Don Jose sigue en el Chelsea a la espera que en
pocas horas un triunfo sobre el Liverpool le quite el respirador artificial, y le
den otras horas de vida. Mourinho está en la cuerda floja y pienso que ni esa exorbitante
indemnización lo salvará de la guillotina que se mece por encima de él. Faltan unas
horas para dilatar un presente o para que el portugués, al fin, forme parte de
un pasado.
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