Hay equipos que marcan
hitos y otros que pasan desapercibidos. Hoy deseo irme por el camino de los
segundos, y no porque no valgan la pena sino más bien porque sí lo valen.
El Everton de los
finales de los noventa no peleaba la Premier League, pero vaya que ponía a
muchos en aprietos. Era un equipo no muy británico, aunque tenía varios
referentes. El técnico era Walter Smith, un experimentado estratega que se
cansó de ganar ligas con el Rangers y que ahora intentaría llevar a lo más alto
a los toffies. El entrenador escoces sabía que contaba con varios
internacionales y no dudaba en echar mano de todos. En el arco normalmente se
alienaba a Thomas Myhre, un arquero noruego que a nivel de selección siempre
tuvo por delante a su compatriota Frode Grodas. Una línea de cuatro defensiva
donde el escoces Alex Cleland era el lateral derecho, Dave Watson y el italiano
Marco Materazzi como centrales, y el rubio Michael Ball como lateral izquierdo.
El después famoso Materazzi llegó al Everton proveniente del Peruggia, mientras
que Cleland era un viejo conocido de Smith con el que coincidió en el Glasgow
Rangers. El escocés Don Huchison y el francés Olivier Dacourt se dividían la
medular. El primero con capacidad para pisar el área rival y el segundo con un
gran despliegue físico.
El galés John Oster en
la derecha y Tony Grant sobre la izquierda completaban el mediocampo. Nick Barmby
se ubicaba como mediapunta. Un jugador que recibía y buscaba el área rival. En
el ataque, como único delantero, figuraba el marfileño Ibrahima Bakayoko. El antecesor
de Drogba no pudo reafirmar en Inglaterra lo que hizo en Francia.
Oros jugadores
importantes fueron los escoceses Richard Gough, David Weir, y Scott Gemmill. Así
como también Mitch Ward. Bueno, está versión del Everton no fue la mejor de su
historia, pero debemos reconocer que fue yacimiento de algunos jugadores que más
tarde llenaron las portadas de los principales semanarios deportivos.
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