miércoles, 21 de julio de 2010

Beckenbauer, Stiles, Xavi……. (1)

Celos del entorno que te engalana, aquel cuyo privilegio inmerecido me carcome, pero aun alicaído el soplo de una suave brisa me despoja de la ilusión y me nutre de esperanza.

Inadmisibles las suplicas. Aquellas que en silencio entonan una plegaria o recitan un desdén, que tallan un recuerdo o pintan un olvido.



El vivaz e inexplicable instrumento de transporte es el escenario, siendo la memoria el expositor y un tal Nobby Stiles el protagonista o la apertura de mi narrativa.

Desdentado e implacable, representa el modelo de contención, de aquel centrocampista apegado al viejo cerebro, desapareciéndolo o autoeliminandose.


Pero el guardián del Manchester United es solo uno mas de aquellos primordiales pero desapercibidos, de esos destructores pero también edificadores, de los antes recuperadores y hoy también creadores.

Pero hay de todo en esta viña del señor – perdonen el catolicismo – desde aquellos intratables como Roy Keane (EIRE) hasta los ríspidos como Pablo García (Uruguay).

Y que decir del Makelele del Real Madrid, pedestal de lujo para Zidane y que ya en el modesto Celta (perdonen los vigueses) había formado un dúo esplendoroso con Mazinho. Alfombra mágica donde descansaba el genio Mostovoi.


En Anfield lamentaron la partida de Xabi Alonso, presagio de un calvario. Y no es casualidad que el Inter de Mourinho se sostuviera en un Cambiasso y en un Motta, ambos extirpados de los gigantes españoles que hoy pugnan por Fábregas y un Khedira.

Los hay también con despliegue como es el caso de Mascherano (Liverpool), un huérfano mundialista que no sabia si rogarle a una fiera, a un Di María o solicitarle misericordia al propio Dios. Nadie lo escucho.


Extinguidos los preciosistas, queda en la retina el manejo y visión de un Beckenbauer y convive con el presente la técnica e inteligencia de un Xavi.

Pero los hay de todos tamaños y colores; como un Lass madrileño o un Desailly milanista. Y como no evocar a un Graeme Sounnes del Liverpool, a un Mauro Silva deportivista y hasta a un mentado Dunga, que como a todo ser humano se lo juzga por su presente y se olvida su legado.

Entre sollozos emito un despido, siendo la partida mi llegada, porque el final de una historia es el inicio de otra y el agonizar de una narrativa es el nacimiento de una poesía.

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