sábado, 10 de julio de 2010

España vs Holanda

La ilusión de la mano del amor, benévolas palabras que condicionan lo indescriptible, pero inefable el pensar que no admite el creer e insoslayable el creer que no permite el pensar.

El andar cansino del tiempo o el caminar relampagueante del presente, y si al pasado evocamos, el futuro creamos. “Como no recordar lo inolvidable”.



Continua el debate de que es jugar bien y que es jugar mal, si es mejor el resultadismo o el romanticismo. Porque algunos dicen que es la final soñada, porque otros dicen que es la final más justa.

Podríamos abocarnos en que la tercera es la vencida, que si Rinus Michel y su naranja mecánica o si Johan Cruyff y su dream team. ¿Buen futbol? ¿Eficaz?

Acaso la historia no refrenda una caída contra los teutones e igualmente una derrota contra los milanistas. Tarde olímpica, noche ateniense.




La historia narra o regala, porque obnubilado rememoro e incrédulo pronostico. Trilogía holandesa en Milán, con Rijkaard, Gullit y Van Basten. Y como dejar de lado a Jan Wouters en Múnich, a Neskens en Barcelona, a Muhren en Inglaterra, a Bergkamp en Londres, a Van Nistelrooy en Manchester, y a tantos otros que solo la memoria agradece y el tiempo desvanece.

La marca de Zarra, el vuelo de un Zamora, la presencia de un Camacho, el olfato de un Buitre; y si de batallas hablamos, la sangre de un tal Luis Enrique, el disparo de un Hierro, el liderazgo de un Sanchiz, hasta un error de Arconada, y por último la imagen de un ángel de Madrid que no hace sino honrar a un casi anónimo Julio Salinas.

Se aproxima un nuevo rey, porque aunque tarda siempre llega. Teñido el futbol de injusticias, también conoce de justicia, y bien lo sabe Holanda y también España, porque en unas horas sonara una zarzuela o se enaltecerá un tulipán.

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