Aún la filosofía Mourinho está incluida en los pasillos del Chelsea. A pesar de los años, a pesar de los técnicos, a pesar del dinero.
Ni Carlo Ancelotti, peor todavía, ni Luis Felipe Scolari, hicieron o intentaron cambiar una idea que desterró la obra de Claudio Ranieri, y paso a convertirse en el molde al que todos los que llegan a Stamford Bridge deben adecuarse.
Es como si el equipo estuviese amoldado intencionalmente al pensamiento de don José. El 4-3 -2-1 con Peter Cech en la portería, porque el portugués Hilario es como la vieja frase, unas de cal y otras de arena.
John Terry, el capitán y punto de inicio de la columna vertebral, cuyas otras vertebras están testificadas en la presencia del desteñido Frank Lampard y el ahora suplente Didier Drogba.
Lo del marfileño es extraño. Otro insustituible que ni la famosa aura de Fernando Torres ha podido hacer olvidar. Parece que esta titánica labor recaerá ahora en el belga Romelu Lukaku, todavía en periodo de adaptación, por cuanto tiempo se lo esperara.
Meirelles y Ramires son dos elementos del corte Lampard. Mientras Michael Essien tiene en las lesiones su compañera inseparable. Paulo Ferreira sigue allí, Carvalho ya no. Y para reemplazar al portugués se tuvo que recurrir al brasileño Alex y al serbio Ivanovic.
Comprar caro y recobrar poco. El Chelsea de Mourinho aún no perece, el Chelsea de Villas Boas aún no aparece.
A esperar entonces.
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