¿Quiénes son estos
para cuestionarme? Siempre con
ese tono soberbio
y con la seguridad que
los títulos argumentaban
su palabra. Carlos Bianchi
ha dejado de
ser el técnico
de Boca Juniors
y se podría decir
que el único
Dios en el
fútbol es el
resultado.
Ha caído y
pienso que es
lo más justo
que pudo haber
sucedido. Goleada tras goleada
y desafío tras
desafío. Carlos Bianchi se
fue sin reconocer
que la debacle
de Boca era
también responsabilidad suya,
y que lo
más razonable era
dar un paso
al costado porque
su credibilidad había
muerto y los
buenos recuerdos no
le iban a
permitir a los
xeniezes levantar cabeza.
A Bianchi le sucedió
lo
mismo que a
Riquelme. Creer que el
tiempo es vencible
y que los
años no iban
a mermar el
nivel de antaño, sin
embargo, el resistirse a
la realidad simplemente
dieron como conclusión
salir por la puerta falsa, porque
una cosa es que te
vayas por tu
voluntad y otra, muy
diferente, que te
pidan desesperadamente que
te alejes. Se trajo
al Cata Díaz porque Bermúdez
ya se había
retirado y se
repatrió a Gago
porque Cascini y Battaglia ya
no podían seguir
adelante. Es decir, se trató de
reverdecer viejos triunfos
con los mismos
autores, sin tomar en
cuenta que estos
estaban en el
ocaso de su carrera o
ya se dedicaban
a otras actividades.
“No se jugó
bien. En el primer
tiempo no jugamos, ellos aprovecharon
nuestro desconcierto de
arranque. Nosotros no jugamos”. Derrota ante
Estudiantes y solo
le quedo al
Virrey reconocer al
fin la gravedad
del paciente. Y es que
un Boca sin
rumbo definido solo
podía ver como
lo pasaban por
encima y como
sus confusiones se
transmitían en nerviosismo
y pocas ganas
de seguir luchando.
Ha caído Bianchi
y pienso que
fue lo más
justo. Ha caído un
grande y hoy
más que nunca
queda demostrado que
la soberbia nunca
ha podido con
el resultado. La peor
enfermedad de un
ganador es obnubilarse y
creerse intocable. Bianchi está
cegado y lo
bueno para él
es que el
despido le permitirá
reflexionar y seguir
creyendo que todo
tiempo pasado fue
mejor.
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