Nadie es irremplazable pero si necesario. En Sudamérica es imposible muchas veces afrontar una tentativa del viejo continente, bien lo sabe la Universidad de Chile que en su debut en la Copa Libertadores dejó en claro las carencias que dejaron los emigrantes y que el dinero fresco, al menos por ahora, no puede saciar.
El Nacional de Medellín desnudo falencias intangibles hasta hace unos meses e hizo del dinamismo universitario una precipitación constante que se pudo observar en el campo a través de los servicios errados y en el banco con el marcado nerviosismo de Sampaoli.
Extirpada la zapata defensiva todo ha recaído en Albert Acevedo como libero, labor por demás onerosa ya que hay que reemplazar a Marcos Rojas (Flamengo). Marcelo Díaz continua corriendo en el medio, lo mismo que Aránguis enlazando con la delantera. Un tímido Mena por la izquierda frenado por las intenciones ofensivas de Junior Fernández, un jugador encarador y que trabaja por las bandas buscando la diagonal. Ausente Matías Rodríguez, no contar con Gustavo Canales y vendido Eduardo Vargas, la “U” trata de remendar un equipo disminuido ofensivamente y que el martes se le noto desorientado en tierras colombianas.
Al no poder desbordar se fue repitiendo una y otra vez los centros aéreos buscando a Raúl Ruidíaz, presa fácil para los centrales verdolagas que no tuvieron problemas en extinguir dichos servicios. El ingreso de Cereceda en la segunda mitad no obtuvo ningún reedito y lo de Magalhaes por la derecha fue inútil ante el desentendimiento que tenían sus compañeros hacía él.
Sampaoli conoce su realidad y su potencial. Acabado el festín por el tricampeonato solo queda una sola verdad: “Jugando así tendremos pocas chances en la copa”
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