Los vestigios inmemoriales hacen de la añoranza una pasión. Pululaban los elogios al milanista que se tuteaba con los triunfos europeos y mundiales. En Sudamérica, solo se esperaba que por fin el Newell’s Old Boys, así es, el querido “Leproso” termine por conseguir la Copa Libertadores. Era 1992 y nadie lo pensó hasta que lo vio, nacía el todopoderoso Sao Paulo de Telé Santana.
Construido a la idea y gusto de Telé, el tricolor extendió su dominio hasta tierras asiáticas. Era diciembre del 92 y el paulista se hacía cargo del Barcelona de Johan Cruyff.
Nadie podía con el equipo de Raí (Hermano de Sócrates) y de Palinha, quienes eran el complemento exacto de un vigoroso Cafú por la derecha y del interminable Toninho Cerezo en el mediocampo. Era 1993 y la Universidad Católica junto al Milan de Capello se postraban ante el rey de reyes.
Zetti bajo los tres maderos y Antonio Carlos en la zaga. Muller definiendo y Claudemar Vitor haciendo suyo el lugar abandonado por Cafú. Era 1994 y el Vélez Sarsfield de Chilavert asesinaba la hegemonía paulista.
De los mejores hablan todos y de los históricos dicen poco. De tiempo solo los geniales comentan y de fútbol solo los eternos saben.
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