La injusticia suele camuflarse en una sonrisa. Decíamos que los gustos tergiversan las pruebas y mutan las opiniones. El Chelsea juega de acuerdo a lo que tiene y no es poco. Marcación zonal, ubicación y soltar el golpe rápidamente.
Di Matteo ha vuelto a las fuerzas que mediaron en la construcción de este conjunto. De este equipo que gusta por despojarse del balón y dejar que Drogba haga lo suyo. Backs típicamente británicos, mediocampistas mordedores y con arranque explosivo, y una ofensiva que conoce de efectividad más no de florituras.
El bloque es el mismo que dejó Mourinho, que pulió Hiddink y que no pudo cambiar Villas Boas. Ivanovic estacionado como lateral derecho, aunque ante las lesiones de Cahill y David Luiz el serbio ha vuelto a ubicarse por delante de Cech.
Ashley Cole recorriendo la franja izquierda. El ex Arsenal disfruta de toda esta parcela a sabiendas que Juan Mata dispone de una anarquía total. Ramires es el prototipo del mediocentro ideal. Se desgasta, tiene vaivén y define con sutileza. Sin duda, una perdida sensible de cara a la final de la Champions League. En el caso de Lampard el criterio ha suplido al rematador que se cansó de golear para el Chelsea. Y lo de Mikel dibuja a un digno sucesor de Sunday Oliseh.
La belleza hecha arte no conoce de condecoraciones. La efectividad hecha fútbol te concede comparaciones.
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