Los gustos son el egoísmo de los aficionados. Los últimos meses han sido
un constante pregonar de quién o cuál es el mejor de todos los tiempos. Ser un
desafiante defensor o un ácido detractor, siempre anticipando que nuestra
opinión es la única que debe imperar y que lo de ayer si sucedió, no debe
importarnos ni un ápice.
Que si el Barcelona práctica el mejor fútbol o lo del Real Madrid es
anarquía pura. Veo a la Colombia de Valderrama y distingo el toque incansable
conjugándose con las eléctricas corridas de Faustino Asprilla y el “Tren”
Valencia. O tal vez rememoro el Brasil de 1982 y veo la libertad con la que se
desplegaban Zico, Sócrates, Toninho Cerezo y Falcao, bien complementados por
supuesto con las subidas de Junior y los remates de Eder. Pero como dejar de
lado al vetusto estilo británico reflejado magníficamente en la Irlanda de Jack
Charlton. Servicios largos y que Nial Quinn haga lo suyo. Aunque sería injusto
de mi parte no mencionar al Inter de Helenio Herrera y su defensa a ultranza.
Dicho sea de paso, que gran jugador era el español Luis Suarez. El Milan de Sacchi,
el Sao Paulo de Telé Santana y como olvidarnos de la Holanda de 1974.
Fútbol de todos las épocas, fútbol de acá, de allá o de muy lejos. El
presente nos invade y los medios nos inundan. Fútbol ni el de ayer, ni el de
hoy, fútbol de todos los tiempos.
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