Eliminación temprana, fracaso perfecto. Yacía sobre el húmedo césped la naranja que todos esperaban. La que no se conformaba con la de plata, y que tenía en sus manos el potencial suficiente para conseguir lo que en un lejano 1988 Van Basten y los suyos terminaron por adquirir.
Portugal decidió
la eliminatoria a su favor
adjudicándose un triunfo
inapelable de 2
goles a 1 frente a
la selección holandesa. Un
combinado “Orange” que
descuido la contención, dejando en
la orfandad a
un belicoso Nigel
De Jong y depositando
toda su confianza
en Arjen Robben, un
jugador cuyo presente
futbolístico esta puesto en
tela de juicio.
Pero no solo estas han sido las falencias de un combinado que dominó sus partidos y no pudo concretar. A qué se debe que goleadores consumados como Huntelaar y Van Persie no pudieran reeditar lo realizado en Alemania e Inglaterra. Será tal vez porque la naranja no cuenta con laterales de nivel o a lo mejor porque tanta creatividad en el medio garantizaba control, pero escaso poder goleador.
Después de
la guerra todos
somos generales. Después de
una caída todos
solemos aconsejar o
negar una posible
acción. Nada tiene que
ver con calidad
individual, ni tan siquiera
con un diminuto
trabajo de conjunto. Podemos resumir
con un revés inesperado
ante una monolítica Dinamarca, una
derrota categórica ante
la preparada Alemania
y una necesidad
inapelable ante una
equilibrada Portugal.
Una eliminación
es un buen
motivo para el
despido. Esperemos novedades.
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