Ver a Miroslav
Klose dar un pase o
salir con alguna
sutileza es sinónimo
que aún se
puede aprender y
evolucionar. Ver a Mesut
Ozil ser la
delicia madrileña es
como revivir al
genial Thomas Hassler
en sus mejores
tiempos. Ver el apetito
de Muller es
como resucitar al
infalible Helmut Rahn. Alemania propone
el momento y los resultados
marcarán su crecimiento.
Joachim Low lleva
casi 7 años
al frente de
la selección alemana. En
este tiempo hay
ilustres que se
han instalado en
un museo. Ya nadie pregunta por
Ballack o Metzelder. Ya
nadie habla de
una Alemania pragmática
y fría, de aquel
equipo que te
ganaba por agotamiento
o por el
embiste de sus
panzers.
Ahora hay fantasía. Existe esa
amalgama entre desgaste
físico y magia
a borbotones, sin olvidarnos
que hay un patrón
de
juego definido y que
ha dejado atrás
los sistemas que
tanto éxito le han
dado.
Alemania aprendió
de que el
fútbol ha cambiado en
muchos aspectos. Que no
solo bastaba con
su resistencia, sino que
había algo más
que ya Brasil
había entendido y que Italia
puso en práctica
en su propia cara. Alemania ha
entendido que ya
no se gana
solo con ser
Alemania, que hoy todo
es más difícil
y que al
estilo hay que
añadirle otros ingredientes.
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