Golear es bueno, cómo
lo haces es
lo malo. Debut soñado
pero cuestionado. Un tres
a cero inapelable
y celebrado por
todo lo alto, pero
este Brasil es
tan bueno e
imbatible como parece.
Tierra de laterales
que hoy no
disponen de espacios. El
egoísta Hulk y
el livianito Oscar
no permiten que
tanto Dani Alves
como el madridista
Marcelo se desenvuelvan
como lo hacen
en el viejo
continente. Julio Cesar sigue
gobernando el área
confiando en la
guardia pretoriana conformada
por David Luiz
y el inexpugnable
Thiago Silva.
Luis Gustavo es
un picapedrero empírico, con
poca actividad, pero miembro
del equipo de
moda en Europa. Lo
suyo es la
destrucción, nada más que
eso. Paulinho representa la
caballería, rueda de auxilio
para un Neymar
cada vez más
lejos del arco
y que requiere
de espacios para
desequilibrar. Fred hace lo
que puede, aunque Luis
Fabiano, sin ser un
Ronaldo o Romario, dejo
muy alto el
listón del centrodelantero canarinho.
La
transmisión se basó
en los ruegos
por la convocatoria
a Ronaldinho. Hasta recordaron
a Waldir Pérez
y al inefable
Chulapa Serginho. Un equipo
con pedigrí y con pergaminos
suficientes para la
exigencia. Brasil ha ganado, es
cierto, pero su triunfo
ha sido tan
insulso que los
cuestionamientos no terminan
por disiparse.
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