Acabo de emocionarme
como pocas veces
lo hago. Novak Djokovic
ha vencido en
Wimbledon y junto
a Juan Martín
del Potro nos
ha obsequiado una
semifinal inolvidable. No sé mucho
de tenis, pero al
verlo a Nole
la memoria empieza
a recrearse con
las imágenes de
otros grandes que
también hicieron que
el deporte en
la extinta Yugoslavia sea
reconocida a nivel
mundial.
La séptima Copa
de Europa se
hizo esperar. Fueron 32
años que el
Madrid lucho por
un objetivo que
ya era una
pesadilla. La Juve era
el favorito, pero los
primeros galácticos hicieron
lo suyo y
en un recordado
minuto 68 permitieron
que Pedja Mijatovic
descuente a Peruzzi
y consiga mutar
la tormenta en
el paraíso. Es odiado
en el Valencia, pero nadie
le quitará nunca
lo bailado. Para sus
detractores, no me he olvidado del
penal que falló
ante Holanda en
Francia 98 y que significo
la eliminación yugoslava.
Ya no eran
yugoslavos pero lo
habían sido. Croacia da
el batacazo y
hunde a una Alemania campeona
de Europa que
nada pudo hacer
ante ese filarmónica comandada
por Suker, y que
tenía en Prosinecki
y Boban a
otros ilustres que
le hacían fácil
la vida a
los Jarni, Stimac, Stanic y
Asanovic. Ya no sigo
porque pensarán que
todos estos son
familiares.
No será un héroe, aunque
en la derrota
también puedes serlo. Era el
momento más importante en
la vida del
Deportivo la Coruña (93-94), era el instante
de la estrella
Bebeto, pero no, el ariete
brasileño se negó y
de paso creo
la duda. Nadie se atrevía y la
decisión debería tomarse
en cuestión de
segundos. Miroslav Djukic toma
el balón, lo ubica
y hierra el
disparo que podría
haberle dado su
primera liga al
conjunto gallego. Nada más
que decir, el Barcelona
de Romario se llevó
el cetro.
Djokovic es un
ejemplo y no necesariamente solo para jugar
al tenis. Modelo de vida a
seguir, pundonor, estoicismo
y entrega. Hay muchos
que lo hacen
y al intentarlo
también puedes caer, no
importa, si no te
atreves jamás sabrás
lo que es ganar
y tampoco aprenderás a
luchar.
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