Nada estaba escrito, al menos para
él. Dormía una siesta
en la Fiorentina, pero se
despertó en el
Novara. Nadie lo conocía, y
sin embargo la
Real Sociedad, o alguno
de esos ojeadores, lo
descubrieron por segunda
vez. Haris Seferovic está
de plácemes, ha recuperado
el gol y tal parece
que le devolverá
la noches europeas
a San Sebastián.
Suizo de nacionalidad
pero bosnio de
nacimiento. Físicamente parece
cortado por la
misma tijera con
la que moldearon
a Edin Dzeko, es
decir, espigado y siempre
listo para soltar
el escopetazo.
Su foja de
servicios pone como
referencia al Lecce,
bote salvavidas para
un delantero que
salió de Florencia
en el anonimato, y
cuyo gol frente
al Lyon ha puesto
a la Real
en una posición
cómoda respecto al partido de
vuelta por las
preliminares de la
Champions. No es un Batistuta
o un Ronaldo, es
de esos artilleros simples
pero que saben
moverse en el área.
Seferovic es un
suizo con sangre
bosnia. No es un
ídolo europeo, ni una referencia
de
equipo, hace lo que puede
y sabe que
sus oportunidades son escasas. Del Novara
a la Champions, como da
vueltas la vida
y sobre todo
para alguien cuya
carrera al parecer
había terminado antes
de empezar.
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