Cada día me
convenzo más que no
soy periodista. No cito
frases célebres, ni tampoco
utilizo la geografía
o la historia
para empezar mis
reseñas. Soy un empírico
que no sabe
de guerras y
que se enteró
que existía una
Bosnia Herzegovina porque
alguna vez un
Benjamin Toschak llevó
a un tal
Elvir Baljic al
Real Madrid.
Antes fue
Meho Kodro y
ahora es Edin Dzeko. Bosnia es
un equipo que
ha llegado al
fin a una
Copa del Mundo
y que en
el camino tuvo
que perder varios
repechajes. Y tuvo que
dejar a sus
máximos exponentes en
el olvido. Bosnia sabe
de bombas y
de caídas, de Balcanes
y de independencia. Nadie sabe
lo de nadie
y Bosnia no
sabía lo que le esperaba.
Y dice
la historia, que no
necesariamente es la
verídica, que Vedad Ibisevic (Stuttgart) acompaña
a Dzeko (Manchester City) en la delantera, y que Emir Spahic
(Bayer Leverkusen) es el
líder de una
defensa que Safet
Susic ha sabido
dotar de un
estilo propio. Hay otros
menos famosos como Sejad Salihovic
(Hoffenheim) y Adrian
Zahirovic (Bochum), ambos de un
presente regular y
que son la
cervical de un
conjunto que ha
conseguido la clasificación
a merced del
pragmático seleccionado griego.
Senad Lulic (Lazio)
por la izquierda
y Miralem Pjanic (Roma) enlazando. Asmir Begovic
(Stoke City) en el
arco y Zvjezdan
Misimovic (Dinamo Moscú) en
la mediapunta. Todos con
un mismo fin
y disputando la
misma batalla.
No soy
periodista y ya
se dieron cuenta
de ello. No hago
crónicas, ni mucho menos notas informativas. No sé
de pirámides invertidas, ni de
reglas ortográficas. Soy un
empírico al que
le gusta el fútbol y
que escribe porque
es lo único
que sabe hacer.
En
otras palabras, no
sé hacer nada.
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