Sucedió hace más
de 15 años. Realmente mucho
tiempo. Era el pináculo de
varios futbolistas y el
retiro de otros. Escocia fue
un habitual de
los mundiales y
lamentablemente Brasil siempre
fue su rival
de turno.
Nunca paso de
la primera fase. Ni siquiera
en las épocas de
Dalglish o Jordan. Siempre fue
lo mismo. Brasil en
el 74, 82, 90 y 98. Holanda
el
78, Alemania en el 86 y
hasta nuestro querido
Perú fue su
verdugo en alguna
oportunidad.
Escocia no era
un equipo con un derroche
de virtudes importante. Tenía una férrea
y
veterana defensa donde
Colin Hendry y
Colin Calderwood imponían su
autoridad. Christian Dailly se
podría decir que
era el novato, aunque ya
jugaba en Inglaterra. Tommy Boyd y Craig
Burley recorrían las
bandas y el cuarentón Jim
Leighton se cuadraba
bajo los tres
maderos.
No existían magos, sin
embargo, John Collins y Gary Mc Allister
ponían algunas gotas
de técnica a
un conjunto acostumbrado
al estilo vertical. Kevin Gallacher
vivía un gran momento
en
el Blackburn Rovers
y Gordon Durie
seguía golpeando desde
las alturas. Craig Brown conocía
de las limitaciones
del equipo, por eso
jugaba a lo
que sabía. No intentó
jugar de igual
a igual con
Brasil y perdió. Repartió
utilidades con Noruega
y sufrió con
el juego más complejo
de los marroquíes despidiéndose de los mundiales
con una triste
goleada. Todo tan fugaz
y tan inverosímil. Escocia hoy
vive su peor
etapa futbolística.
El Rangers está en
el pozo del
descenso. El Celtic no tiene
rivales en la liga y Gordon Strachan
sabe que hoy la “Tartan
Army” no tiene argumentos
para pensar en
un futuro mejor. El tiempo siguió
su
curso y tal parece
que Escocia se
quedó envuelta en
sus sueños. No todo
era como lo
decía el “Lobo”
Zagallo: “Solo saben correr, dar
patadas y bombear
balones” Creo que Escocia
demostró nítidamente que era algo más que
eso.
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