Esperaba algo
más, sin embargo, se tuvo
que echar mano
de lo que
había quedado tras
las compras invernales. Apeado Falcao, el
Mónaco buscó inmediatamente sustituirlo por
lo que resta
de la temporada. Había que
adquirir, y hacerlo rápido. Berbatov atraviesa
el ocaso, pero de
lo poco que quedaba
era lo más
factible, aunque quizá no lo más
deseado.
Atrás quedaron
sus magníficas épocas
en el Tottenham, sus chispazos
en el Manchester
y sus fracasos
en la nacional. Parsimoniosamente, como suele
ser su costumbre, arribó al principado
con el ego
bastante elevado, pero con la consigna
de quitarse el
peso de la
responsabilidad de reemplazar
a quien todos
apoyan.
"Yo no he venido a ocupar el
puesto de nadie. Es un gran desafío ocupar el puesto de Falcao, pero mi
objetivo principal es formar parte de este grupo".
La tiene clara el
internacional búlgaro.
Para qué
complicarse la vida. Berbatov no
es revolucionario, no le
pidan que dejé
la filigrana por
el combate. Él ha
venido a tocar
el esférico y
darle elegancia a
una ofensiva que se ha
zafado del tigre
y que ha
empezado a sonar
al ritmo de
un violinista.
"Físicamente no puede ser
igual, pero el fútbol se juega con la cabeza. En los próximos partidos podremos
ver mi nivel".
La ardilla
no viene a
ser la estrella, sabe que
los tiempos no
le benefician y
que en 5
meses tiene la
oportunidad de hacer
algo importante por
él y no
tanto por el
Mónaco. Dimitar Berbatov nunca
fue el sucesor
de Stoichkov, es de
esos artistas incomprendidos que
colman la paciencia, pero que
igualmente quedan en la conciencia.
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