El maldito
dinero y la
ambición por poseerlo. Un
disparo en la
cabeza, 23 días en
cuidados intensivos, miles de
dólares en su
cuenta, y una dama
que más se
veía viuda y
no esposa. Salvador Cabañas
juega sus últimos
años en el
12 de Octubre
y paralelamente vende
pan para sostenerse.
La panadería
de su padre
es su cobijo hoy
en día. Ya no hay nada
de esa mansión
en la capital
paraguaya, la cual habita
su ex esposa
y sus hijos. Ya
no existen esos
departamentos en Cancún
y Acapulco, ahora solo
se sabe que
se tiene que
salir a las
4 de la
mañana a repartir
el pan en
una camioneta.
"Cuando sucedió aquello (el disparo) yo había firmado un
pre-contrato por 1.700.000 de dólares para una transferencia a Europa. Me
dijeron que mi destino sería el Manchester United. El América me retuvo. Me dio
un departamento en Acapulco y otro en Cancún. Me dobló mi salario..."
Atrás quedaron
los goles con
la albirroja y
sus coqueteos con
la hinchada brasileña. Ya no
existe más el “gordinho” ni
ese chava Cabañas
que rompía las redes del
azteca. Ya no hay
más de esas definiciones infalibles, ni esa
cola de caballo
que lo distinguía
por encima de
otros delanteros.
“Bueno, aquí estoy, tratando de
recuperarme. Tengo mucha fe
a pesar que
lo perdí todo”.
La fe
mueve montañas, pero nunca
el corazón de
una mujer. Quizá es
una prueba o
a lo mejor
un altibajo que
concluirá con un
despegue interminable. No soy
religioso, ergo, esperar sería
complicado. Cabañas cambió su
fortuna por la
vida. Una vida donde curiosamente su
esposa es su
verdugo y la
que cuida de
sus hijos. Como para no dudar
en decir que
ella me lo
arrebató todo.
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