Una
cosa
es ser un
buen jugador y
otra totalmente distinta
ser un gran
jugador. Díscolo y goleador, más
lo primero que
lo segundo. El Liverpool
pretende suplir a
Luis Suárez con
el extravagante Mario
Balotelli, un delantero que
más destaca por
sus locuras que
por sus dotes futbolísticas.
La
locura
llego a Liverpool
y anexada a
esta un contrato
donde hay clausulas
en la que
se multaran los
excesos conductuales, si es que estos
llegaran a presentarse. Tengo una
opinión personal de
Balotelli y es
que la fama
siempre le ha sonreído
por
sus anécdotas personales
y no por
algún triunfo balompédico. Acaso no
es verdad que
nunca fue la
gran estrella del
Inter o que
su paso por el Manchester
City estuvo matizada
por sus lagunas. En el
Milan tampoco fue
diferente y en
la selección empalidece
ante el recuerdo
de Paolo Rossi
o Roberto Baggio.
No
sé con qué jugador compararlo, estoy hablando desde el
punto de vista futbolístico.
Tal vez
su postura es
muy similar a
la de Nicolás
Anelka, millonario por sus
traspasos y no
por sus hazañas. Un delantero frío
que no celebra
un gol y
que puede pasar desapercibido sin
que esto lo
avergüence un poco. Todo lo
contrario a su
antecesor, ya que el
pistolero Suárez aportaba
goles y el carácter
suficiente para
plantarle cara a
cualquier defensor del
reino.
Cuando
las modas prevalecen por encima de la
cordura, el resultado es la improvisación y
el camino al fracaso. Balotelli es un
jugador moderno, un jugador de comerciales
y de poses, la interrogante pasa en
que si esto será suficiente para
suplir a un uruguayo que registraba
más de 20 goles por campaña. El
dinero va y viene, pero cuando la
reflexión y los hechos aparecen la locura
es más una enfermedad que una solución.
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