“En una ocasión
cuando viajamos a
un suburbio negro
en Kimberley, no me
dejaron pernoctar en un
hotel pues estaba
reservado solamente para
negros.
Era una noche
de invierno, muy fría, y
cuando pedí la
llave de mi
habitación, me dijeron que no podía
quedarme”.
Clive Barker.
Y la vida
hizo que este
sudafricano blanco, que se
confesó como un
jugador mediocre, llevará a
su selección a
ganar su primera
y única Copa
África en 1996, sin
olvidarnos también que bajo
su mando los
Bafana Bafana clasificaron
a su primera
Copa del Mundo (1998).
“Parece que el
Leicester City descubrió
algo en mí
cuando vinieron de
gira por Sudáfrica, pero lamentablemente no
resultó nada, pues sufrí
una grave lesión
de rodilla poco
después que me
contactaran”.
Así de humilde
era Clive Barker, un
ya desconocido para
el fútbol que
desde su posición
luchó, a su manera, contra el
racismo que aisló
completamente a la
patria de Nelson
Mandela por largos
años. Y es que
unir a blancos
y negros en
la tierra del
Apartheid era sumamente
difícil, más aun cuando
estos últimos se
habían visto despojados
de sus derechos
por tanto tiempo.
Pero el fútbol, tan
generoso como siempre, obró el milagro
y en 1996,
cuando todavía existían
resquicios del aislamiento, un blanco
llamado Clive Barker
reunió en el
equipo nacional a estrellas como
Phil Masinga y
Lucas Radebe junto
a los “privilegiados” Neil
Tovey y Andre
Arendse. Eran momentos en
que las “águilas verdes”
reinaban y donde
el outsider a
temer eran “las
black stars” de
Ghana.
Aun permanecen sobrevivientes en
la retina el
lateral Motaung, el Doctor
Khumalo, primer sudafricano
en jugar en
la Argentina, más precisamente
en el Ferrocarril
Oeste. Y como no
mencionar a John
Moshoeu que después
jugaría en el
Fenerbahce, a Eric Tinkler
y al gran artífice
del
triunfo contra Túnez, el
anónimo Mark Williams. A ellos sumémosle al simbólico Mark
Fish y al
peligroso Shaun Bartlett.
Hay triunfos que
se celebran por todo
lo alto y trofeos que
se elevan casi
hasta el cielo. Podrán extenderse
las banderolas contra
el racismo. Podrán bombardear
los mensajes para
eliminar esa peste
de la humanidad. Pero jamás
un triunfo futbolístico será
tan recordado como
el ejemplo que blancos y
negros pueden compartir
y apoyarse mutuamente
para alcanzar el
éxito. Sucedió en Sudáfrica
y que bueno
a así fue.
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