La muerte nos sorprende o nos rescata. Bueno, no quiero
llenarlos de verborragia, por ahora prefiero enfocarme en la repentina partida
de Wilfred Agbonavbare, aquel miembro del famoso equipo nigeriano de 1994 y
cuya participación en el torneo español nunca pasó desapercibida.
No diré que fue una gran persona porque no me consta. De
temas desconocidos deseo no hablar. Arquero de fama incipiente que jugó en el
Rayo Vallecano y que se dio a conocer cuando la selección nigeriano alcanzó la
fase final del mundial 94. “Destaca por su agilidad y por poseer unos reflejos
sobresalientes”, así resumía la revista Don Balón las cualidades del que en ese
momento era el arquero del Rayo Vallecano. Imponente físicamente hablando, este
guardameta nada podía hacer para abrirse campo entre las emergentes estrellas
nigerianas que llegaban a tierras americanas con un mejor cartel. Y sin duda
que ser reserva de Peter Rufai era algo que solo el técnico de ese momento
entendía.
Repartidor y maletero. Viudo y con 3 hijos encima. La vida
no fue fácil para uno de los campeones de la Copa África, cuyo transitar por
los campos madrileños no le generaron un futuro prometedor. Dado a conocer su grave
estado de salud por sus amigos, tuvo la posibilidad de gozar de un breve
homenaje aquella noche de abril del 2011 en la campaña contra el racismo
organizado por los bukaneros. Pienso que no fue suficiente.
Hace dos días el maldito cáncer se lo llevó para siempre.
El hospital Príncipe de Asturias de Alcalá de Henares fue su última morada. Descansa
en paz dirán algunos, personalmente diría, muchas gracias Wilfred. No serás un ídolo
mundial, pero al menos unas líneas son justas para recordar a un digno
futbolista.
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