Escucho su nombre por todos lados y eso despierta mi
curiosidad. Nunca lo he visto jugar, aunque cuando hablan que está probándose
en el Real Madrid dan una referencia más que interesante. Puede ser adquirido
por el Bayern o también por el Manchester City, sin embargo, la realidad
demanda que un adolescente de 15 años está generando una gran revolución en las
entrañas del balompié europeo.
El marketing sigue haciendo lo suyo. Mientras algunos
recién buscan hacerse un espacio en este fútbol globalizado hay otros que por
calidad, o por la fama, llegan a consolidarse sin tener que hacer mucho aún.
Martín Odegaard es un joven futbolista noruego que a los 13 años disputaba la
liga profesional en su país y a los 15 ya era convocado a la selección mayor. Irresponsabilidad,
tal vez, porque a la década y media de vida la madurez mental está en pleno
desarrollo, y no sabemos cómo reaccionará el joven ante los flashes y
entrevistas por doquier de quienes lo consideran el niño prodigio del fútbol
europeo.
Que podemos decir de él. Cualidades las tiene, al menos
eso dicen. Lo mismo decían de Edwin Congo y de Yoann Gourcuff y la suerte no
fue la predestinada. Bueno, dejemos las conjeturas y hablemos de realidades. Si
el triunfo se midiera porque cuantas veces sales en las portadas Odegaard sería
una estrella rutilante. Es menor de edad aún, y esto genera ciertas dudas, sino
pregúntenle al Barcelona o al Chelsea. Por otro lado, su padre, Hans Erik
Odegaard ha tenido a bien cuidar su crecimiento, evitándole extrañar ese
ambiente familiar que todo joven necesita en su adolescencia.
No va a ganar un balón dividido. Tampoco va a pretender
hacer cosas que todavía por su físico le es imposible. Es un zurdo hábil y
desequilibrante. Vertical y escurridizo. Ideal para abrirse paso en un bosque
de monolíticas piernas.
El niño prodigio del viejo continente y el futuro sucesor
de Messi. Así lo catalogan aquellos que hablan de equilibrio al momento de
opinar. Y como de opiniones todos sabemos, diré que nadie influye en las
creencias de alguien, pero todos conocen la verdad de un mañana. Al menos eso
es lo que pensamos.
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