Las derrotas son las que te fortalecen, y principalmente,
te enseñan. Inmutable, con el desparpajo de quien se sabe el dueño de todo y
que jamás podrán cuestionarlo. Así estaba Messi aquella noche, casi impávido,
trastocando una sensación y haciendo que “los normales” como Mascherano dejen
el llanto como prueba de su tristeza y de su inacabable frustración.
Es ya un trauma. Una idea enquistada que ya es un temor
inmanejable. De esos miedos que te pueden hacer desmejorar aun cuando tu nivel
te tenga en un pedestal. Argentina no es todo lo que parece. Aún sigo
considerando que no tiene laterales de nivel y que carece de un delantero que
pueda cambiar el estilo de un equipo que no tiene potencia a nivel ofensivo y
que depende, como siempre, del mejor jugador del mundo. Algunos hablan que el
rendimiento de Messi es limitado porque en esta parte del planeta sí lo marcan,
es decir, la lealtad o fair play europeo despojan al fútbol de su virilidad que
siempre lo ha caracterizado.
Porque cierto es que en los momentos difíciles brotan los
guerreros y en las situaciones apremiantes nacen los hombres. Porque mientras
Javier se arrojaba al piso y Rojo buscaba conectar un córner, la estrella
catalana aguardaba un balón con espacios por delante para hacer lo suyo. Porque
mientras en España el respeto es extremo, en el Nacional de Santiago eso queda
al margen. Porque mientras Iniesta y Neymar limpian o maniatan al rival, Lio sí
que crea líos en las defensas contrarias. Y Suarez, el mordedor, siempre se
mueve al lugar correcto, como si su instinto nunca le fallase.
No se trata de karmas o de destinos. Se debe a
circunstancias y de quien está al frente. Porque no es lo mismo enfrentar a
quien te respeta en demasía, que chocar con aquel que solo busca decapitarte
desde un principio. Porque el pundonor y las ansías de no caer es de
privilegiados y aquellos que solo te admiran solo contribuyen al engaño total y
eterno.
Ya son 22 años y no sabemos cuántos más pasaran. Ya nada
es lo mismo, y cuando la realidad se alía al favoritismo todo parece tan
hermoso que puede demacrar una verdad. Porque de verdades vive el hombre y de
mentiras existe el egocentrismo.
No tengo nada más que decir.
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