Nadie lo conoce o mejor
dicho nadie quiere conocerlo. Allí estaba, presente para quienes estudian este
deporte con acuciosidad, sin embargo, su incipiente fama lo colocaba por detrás
del telón, sin oportunidad de ser protagonista de alguna portada. Aleksandar
Mitrovic ha llegado al Newcastle y al parecer nadie se dio cuenta o a casi
nadie le importa eso.
Una selección venida a
menos, con la esperanza de volver a lo que alguna vez fue, y con la idea de que
cada año, con cada descubrimiento, todo esto se revertirá y se ubicará en el
lugar de donde nunca debió salir. Nemanja Matic en el Chelsea, Alexander
Kolarov en el Manchester City, Zoran Tosic en el CSKA Moscú, Dusan Basta y
Filip Djordjevic en la Lazio, y Nemanja Vidic quemando sus últimos días en el
Inter. Una constelación de mini estrellas que son la comparsa perfecta de
Mitrovic que ha dejado por fin el aislamiento de una liga como la belga para
dar el gran salto a los primeros planos alcanzando la famosa Premier League.
Ya nada es sorpresa para el
internacional serbio, es más, sus días en el Anderlecht le han dado una valía
importantísima puesto que su titularidad en la nacional se da por descontada,
sin mencionar que llega al Newcastle con la consigna de ser el hombre gol de un
conjunto que tiene al senegalés Pappis Cisse como principal referencia de
ataque, y al francés Moussa Sissoko como la vértebra más importante del equipo.
Sin olvidarnos por supuesto del argentino Fabricio Coloccini y del galés Paul
Dummett como los líderes de una defensa que combina las de cal con las de
arena.
Bueno, Mitrovic ha llegado a
Inglaterra con tan solo 20 años y se prepara para enfrentar uno de los mayores
retos de su carrera. Lejos de ser un Mijatovic o un Milosevic, este ariete de
potente y decidido andar ilusiona a muchos, haciendo pensar que los buenos
tiempos pueden volver, aunque pesa sobre él y sus compañeros serbios la premisa
de que son un puñado de gitanos que brillan en solitario, pero cuando se juntan
son solo un rebaño sin pastor, capaz de hacerle el mejor partido al campeón del
mundo o de caer estrepitosamente ante el rival más pequeño del planeta.
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