martes, 7 de septiembre de 2010

Medalla de plata, corazón de oro

Desmemoriado he perdido las imágenes que a los diez años la vida me obsequiaba. Dichosos años aquellos - maravillosos como diría una vieja serie - que tenían en su ilusión a una menuda y frágil niña y en su emoción a un juego que no entendía.

La inflación era alarmante, indiferente yo obedecía a mi progenitor que no se porque me despertaba, tan solo para ver el vóley que igual no comprendía y que al final no veía.


Pasaron 22 años, estoy a las puertas de la edad de Cristo y al fin me doy cuenta y lo lamento. Porque fui testigo de la historia y lo negué, inconsistentes argumentos los suyos, ignorante infancia la mía.

Matadoras no, salvavidas si. La oscuridad era herencia de los apagones, los aires terroristas eran legados de las ideas – si a esto se le dice idea – no lo se, pero ya entendí .



Ya se porque el madrugar interminable, ya lo se, era por ellas. Ya comprendí porque el bullicio en la quinta, ya lo se, era por nosotros. Y ya que renegué de un privilegio, no deseo evadir un sentimiento.

Gracias, muchas gracias salvavidas.

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