Escuchaba a Juan Villoro. Los ecos de admiración se disparaban a diestra y siniestra. No sé, pocos reúnen literatura y balompié, peor todavía, mínimamente lo entienden.
Se divisa en el horizonte una semifinal de Copa Libertadores. Una camiseta mirasol activa la memoria, aquella que se recursea con la monolítica figura de Diego Aguirre, con la sagacidad de Fernando Morena y como dejar de lado el tiro libre de Pablo Bengoechea.
Vitoreaba al Sao Paulo de Tele Santana (1994) y como no hacerlo. Verdugo del Barcelona y del Milan.
El virrey y sus cortesanos llegaron a la metrópoli paulista. La caldera del Cícero Pompeu de Toledo, fiesta pre concebida y cambio de última hora. Chilavert, Asad y Flores en la marquesina; Muller, Zetti y Palinha entre penumbras.
Los actores son otros, caramba, tampoco yo lo entiendo. Tal vez algún día, tal vez nunca.
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