Yacía inerte en su domicilio, con ciertos indicios de ahorcamiento, y
con su existencia hecha añicos.
Gary Speed era con 42 años el actual técnico del seleccionado de Gales.
Un típico ex futbolista con aires británicos, cuya carrera tuvo su hogar en
tierras inglesas, casi una segunda nación para los de Cardiff. Lo recuerdo como el correoso volante infatigable e intimidante. Lo
recuerdo como aquel miembro de la generación galesa perdida, como aquel
segundón que no omitía queja alguna ante la presencia del gran Ryan Giggs.
Hoy todo esto es en vano, como también lo es evocarlo como el buen
jugador que nunca fue reconocido. Sería como un premio consuelo póstumo, o la
hipocresía eterna ante el deceso de algún ser humano.
Enamorado del Leeds United, su primera novia. Ocho años de relación con
los de Elland Road. Se comprometió después con el Everton y con el Newcastle.
Por allí también pasó el Bolton Wanderers, pero su mayor orgullo fueron sin
duda, sus 85 entorchados internacionales con la nacional.
"Tenemos talento en abundancia y soy afortunado de estar en esta
posición" El técnico Gales no podía describir su orgullo y regocijo tras
derrotar a Noruega por 4 – 1 hace dos semanas.
Lo recuerdo con el terno desarreglado, realmente no le asentaba, pero
aun así lo ponía. Lo recuerdo de urraca, de león, pero principalmente de
blanco. Un blanco campeón de la Premier en el 92, compartiendo honores con los
escoceses Gary McAllister, Gordon Strachan, y con el díscolo pero fantástico
Eric Cantona. Así lo recuerdo, y así lo recordare.
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