El tiempo pasa pero las imágenes se guardan. Era 1996 cuando un desconocido Alessandro Del Piero se sostenía o se escudaba en las murallas de los ya consagrados Fabrizio Ravanelli y Gianlucca Vialli. Eran épocas donde las madrugadas eran invadidas por los partidos de Champions y la señal de cable brillaba por su ausencia en el Perú.
El miércoles último “Pinturicchio” celebró su partido número 700 de liga y lo coronó con un gol que aún mantiene a la Juventus en la pugna por el Scudetto. Con 37 años, el hijo predilecto de la Juve ya no es el niñato que tanto llamó la atención hace largos 16 años, que fue campeón de Europa, que bajo a segunda y que se rodeó de grandes y que solo su amor por la “Vecchia Signora” le permitió gritar triunfos y masticar caídas.
Ahora el papel es otro. Es aquel que juega hasta donde las posibilidades se lo permiten, hasta donde las circunstancias lo ameritan o simplemente cuando hay un apuro que solo su magia pueda resolver. Son 288 goles con los turineses y 318 en toda su carrera. El sucesor de Roberto Baggio supo ser la perla del momento, la estrella del equipo y el maestro a cuentagotas.
Hoy el tiempo inexorable hace de él un mito. Una leyenda que dibuja y dibuja arte. Un futbolista que en la plenitud de su existencia planea su despedida o tan solo un grande que solo los años pudieron terminar con su romance.
Gracias “Pinturicchio”.
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