La historia no
enmienda, pero suele hacer
justicia. El fútbol tiene
sus cosas y
nosotros también. Con la
emoción contenida y
la sobriedad como
bandera he creído conveniente
esperar unas horas
para opinar sobre
la consagración del
Chelsea, para muchos inesperada, y
para otros injusta.
Gracias Drogba.
Gracias por ser
ese goleador implacable
que no se
amilanó por caer
en cuanta final
disputó. Gracias por hacer
de la entrega
una marca registrada
y por jugar
en esta pequeña
institución que no
te permite, por esas
cuestiones del balompié, ser
considerado el mejor
del mundo o
en su defecto
el más grande
de todos los
tiempos.
Gracias Lampard. Gracias
por
volver del retiro
obligado y dejar atrás
los
goles de media
distancia y convertirte
en el lanzador
y el titiritero
de un conjunto
que se mueve
de acuerdo a
tus pensamientos.
Gracias Cech. Gracias
por
ser el artífice de
una noche que
tenía que borrar
la desesperanza de
Moscú. Gracias por mantener
esas cualidades que
en algún momento
te llevaron a
ser considerado entre
los mejores del
momento, aunque ya no
es así, porque no
atajas para el
Barca o para
el Madrid y
eso hoy en
día merece la
pena capital.
Y finalmente,
gracias Chelsea. Gracias por
cobrarte la vergonzosa
estafa que padeciste
en el 2009
a manos del
Barcelona. Gracias por jugar
tan feo y poner en
discusión la vieja
interrogante de qué
es jugar bonito. Gracias por
ganar ante la
adversidad y por
seguir intentándolo hasta
lograrlo.
Muchas gracias
Chelsea, muchas gracias campeón.
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