Sacrificar a los
ídolos por el bien
del conjunto. El maestro
sabe lo que
tiene y sabe
lo que el tiempo
hace. Los viejos guerreros
deben dar paso
a la nueva hornada,
con sufrimiento de
por medio, pero con
un mal necesario. La renovación
de la celeste
está en camino
y puede costar
una clasificación mundialista.
Un triunfo, y más
aún, en un amistoso, no
puede maquillar el
vacío donde ha
caído la selección
uruguaya en los
últimos meses. Para nadie es
un secreto que la jubilación
de Lugano, Diego Pérez
y Forlán está
cerca. No quiero ser malagradecido ni
mucho menos exagerado, pero lo
visto hoy, y no
me refiero al
rendimiento sino al
sistema, nos da a
entender que los
tres atacantes han
quedado atrás y
se impone el 4 –
4 - 2 con Nicolás
Lodeiro (Botafogo) y Christian
Rodríguez (Atlético de Madrid) por
las bandas.
También se refrenda
la inamovilidad de Cáceres en
la banda izquierda
y de Diego
Godín como el futuro líder de
la zaga charrúa. Ahora, qué hacer
con Diego Forlán. Es sabido
que en Brasil
está recuperando la
actividad que perdió tras
su periplo por
Milán. Ya no es
ese temible delantero que
podía marcar desde
cualquier posición, hoy es
un mediapunta con
misiones de enlace
y mucho más
parsimonioso.
La fórmula Suarez
desenvolviéndose por fuera
y Cavani en
su hábitat natural, es
decir, dentro del área, han
garantizado otro volumen
ofensivo y le
ha dado oportunidad
a otras variantes, liberando de
paso al delantero
del Napoli de
esas labores defensivas
que lo ataban
en la franja
izquierda.
Uruguay trabaja
con lo que tiene y como mejor
puede. Tabárez sabe que
es lo mejor, sabe
que tenía que
decidir y lamentablemente los
resultados obligaron al
maestro a cambiar
fichas y optar
por otras opciones. Nada garantiza
el éxito, pero no hay peor
lucha que la
que no se
hace.
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