Una cosa es
la inquietud y otra
el desequilibrio. Siempre quiso
jugar en el
Milan, es algo que
lo viene repitiendo
desde hace mucho. Declarado hincha
rossonero, Mario Balotelli ha
llegado al cuadro
norteño en una
operación deseada no
solo por la
entidad italiana sino también
exigida
por el Manchester
City, cuya paciencia con
el díscolo atacante
se agotó hace
mucho tiempo.
Balotelli es un
caso aparte. No es
un Eric Cantona, tampoco un
George Best. Sin embargo, el
ex Inter de
Milan maneja un
ego bastante elevado
y un carácter irascible que
le ha creado
muchos inconvenientes bochornosos. Balotelli es
un personaje desviado. Loco dirían los
jocosos, pero este término
es demasiado generoso
para alguien que
intento quemar su
casa en Manchester, que le
piso la cabeza
a Scott Parker
en un choque
contra el Tottenham, y
que le propino
reprochable planchón a
Alexandre Song en
un partido contra
el Arsenal. Se fotografía
con dos capos
de la mafia
italiana, lo pillán saliendo
de un club
de striptease a
las 2 de
la madrugada, y su
última perla fue
trenzarse en una
riña con su compatriota
y técnico Roberto
Mancini.
Nuevo jugador del
Milan. El friolento atacante
cumple su sueño
de vestirse con
la divisa rossonera, prometiendo goles
y tardes de
gloria para una
entidad que ha
cambiado al correcto
Alexandre Pato por
un elemento de
quien se puede esperar
lo que sea. Esperemos que
no se le
ocurra quemar el
San Siro.
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