El porvenir
es un barrio
pintoresco, desordenado pero pintoresco. A pocas
horas de la
final me encuentro
aguardando un partido
que he observado
muchas veces. Mi vecindad
expresa un fanatismo
tremendo, mal educado futbolísticamente pero
fanatismo al fin. Dortmund o
Bayern, no lo sé, como
tampoco predije al
Manchester o al
Barcelona, o al Chelsea
o al Porto. Nadie lo
sabe y es
mejor así.
Gol de
Solskjaer y el
United de Ferguson
es campeón. Raúl avanza
en un camino interminable y
descuenta a Cañizares, el
resto no es
necesario contarlo. Dudek imita
a Grobelaar y
finiquita la remontada
del Liverpool. Gatusso ruge
en Atenas y
el desgarbado Inzaghi
completa la venganza. Madjer de
taco gana una
Champions. Beckenbauer con escandalo
incluido derrota al
Leeds United. Di Stefano y
sus cinco copas. Kluivert y
su definición que
le valió fichar
por el Milan. Matthaus llora
y Albelda no
puede más. Kuffour se
quiebra y hace
del fútbol algo
más que un
juego. Guardiola construye y
el Barca lo
disfruta. Drogba anota y
dice que con
dinero y organización
se puede alcanzar
un objetivo. Abramovich la
tiene como todo
en esta vida. Berlusconi lo
goza y su beneplácito
es
saber que en
Holanda estaba su
mina de oro. Dalglish y
los escoceses le
dan a Anfield
el pedestal donde
se sostiene su vida
futbolística. Y qué decir
de Raymond Kopa
y su fútbol
champagne, y de George
Best y su
interminable fiesta dentro
y fuera del
campo. Mijatovic transforma un
remate por compromiso
en la séptima Copa
madrileña. Boniek ve como
Lewandowski intenta desbancarlo
de su trono. Platini pensará
que es diferente
levantarla que entregarla.
Tantos recuerdos
y tantas imágenes. El porvenir
es un barrio
pintoresco pero desordenado. Sea Londres
o Múnich o
en su defecto
Dortmund, no lo sé, lo único
cierto es que
disfruto y cuando
la felicidad se
impone no importa
el lugar sino
el hecho. ¿Qué quién
ganará? Nadie lo sabe
y es mejor
así.
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