Vaselina en las
cejas, dentadura frontal derruida, y
una palidez fantasmal. Jim Leighton
era casi un
espectro, nada estético,
pero un
arquero confiable que
pudo disputar 4
mundiales con el combinado
escoces. Un jugador que
no militó en
los grandes de
su país, aunque si supo vestir
la divisa del
Manchester United.
Un
desconocido de aquellos
que no tenía
un club de
admiradores, poseía talento,
eso sí, aunque nunca
fue portada o
referencia en los
libros mundialistas.
Heredero del también
anónimo Alan Rough, y
uno de los
héroes de aquel
Aberdeen campeón de
la Recopa 1983.
Alex Ferguson era
el técnico, Willy Miller
y Alex McLeish eran
los centrales, Gordon Strachan
ponía la habilidad
y el protagonista
de estas líneas
defendía los tres
maderos. El Aberdeen derrotó
al Madrid en
esa final y
más adelante se
ocupó del Hamburgo en
la Supercopa. Hazaña escocesa
casi comparable a
la del Celtic
de 1967 y
que tuvo su
punto final en
las semifinales del
siguiente ejercicio a
manos del Oporto.
Leighton
tenía la confianza
de Ferguson y la de
toda Escocia. Con 40
abriles disputó el
mundial del 98
y por más
de 15 años
fue el indiscutible
para los seleccionadores de
la Tartan Army.
Nada espectacular pero
rendidor. Un espectro, eso sí,
pero un
profesional de reconocida
trayectoria.
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