Espontaneidad al
momento de sonreír
o tan solo
el carisma innato
heredado de sus
antepasados. Gianfranco Zola fue una
mago con el
balón en los
pies, fue discípulo de
Maradona, y también llevó
sus enseñanzas a
tierras británicas. Gran carrera
y un inolvidable
personaje.
Es de aquellos
a quienes denominan
europeos con habilidad
sudamericana. Realmente estos
estereotipos ya no
oscilan en nuestras
épocas, aunque hay por
allí algunos que
todavía creen en
los dones particulares
de las diferentes
nacionalidades. Gianfranco tuvo
que luchar desde
un principio con
la sombra maradoniana, pero se
la banco como
dirían, no negando nunca
su admiración por
el argentino pero
haciendo un camino
propio.
Al margen de
las comparaciones, Zola tuvo a
bien alejarse del
Napoli y optar
por un renaciente
Parma (1993), es así que
a poco de
su llegada los
de la Parmalat
empiezan a marcar
su territorio en
la Serie A, sin
descuidar por supuesto sus
intenciones europeas. Copa UEFA
y Copa Italia
fueron el comodín
que sustentaba su
convocatoria a la
azurra y su
pase al aun
modesto Chelsea.
Los títulos siguieron llegando. Carling Cup, Copa
F.A, Recopa y Supercopa
europea. Todo era bueno, pero
el nuevo Chelsea
de Abramovich asomaba, y
cuando los años
pesan las consideraciones ya
no son las
mismas. El Cagliari (Club de
sus amores) lo cobijo
en la Serie
B (2003) y gracias a
la fantasía de
sus botas ascendió
nuevamente a la
división de honor.
No fue Maradona
y tuvo a
Roberto Baggio siempre
por delante de él.
No fue
dueño de una
ciudad, ni un miembro
de la realeza. Gianfranco Zola
fue un mago, uno
de aquellos que
no necesitaba nombramientos
ni distinciones, tan solo
eso, un mago cuya
función era divertir, y
vaya que lo
hizo muy bien.
0 comentarios :
Publicar un comentario