Acaba de anotar
Farfán, y quizá, y ojala, muten
las líneas que
venían a continuación. No hay
duda que entonar
el himno ejerce
un efecto indescriptible en
un ser humano. Me sucedió, solté
unas lágrimas. Dejemos todos
los datos en el
primer párrafo. Arbitraje nefasto, jerarquía charrúa y
nerviosismo inca.
No era para
menos, había una gran
responsabilidad. Estamos en los
descuentos y lo
que puedo decir
es que Uruguay
tiene en Suarez
a un delantero mañoso
pero que te
puede liquidar en
una sola jugada. Un Muslera
impecable que nada
tuvo que ver
con el magistral
tiro libre de
la “foquita”. Un par
de soldados pretorianos
que destruyen textualmente
al rival (Arévalo
Ríos – Walter Gargano). Un animal
como Lugano en
la zaga y
hasta la fortuna
jugó a favor
de los celestes
porque la salida
de Forlán fue
un beneficio y
no una pérdida.
Jefferson está
llorando y Pizarro
detalla con frialdad
lo sucedido. Un aficionado
ingresa y le
hace el ademán
al árbitro de
que le han
pagado. Estamos afuera del Mundial
y no podemos
negarlo. El arbitraje fue
desastroso pero la
nacional perdió el
control y también
el partido. En una definición
pesó la calidad
y jerarquía de
unos jugadores con
demasiado recorrido que
saben provocar y
matar cuando la
oportunidad se les
presenta.
Tanto favoritismo
e ilusión nuevamente
nos juega en
contra. Mañana ya no
habrán programas matutinos
dedicados al fútbol. Tampoco mesadas
andinas que intenten
amarrar al rival. Mañana es
otro día. Mañana hay
que olvidarlo todo.
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