Es repetitivo hablar
del futuro del
balompié peruano. Para variar, es
una vieja historia
que se vocifera
cada cuatro años. Técnico
nacional o extranjero, me parece
que las soluciones
que deben abordarse
van más allá
de lo estrictamente
deportivo.
No les voy
a hablar de
identidad. Se han preguntado
si realmente la
tenemos. Y si así es,
porqué siempre hinchamos
el pecho al
decir que nuestro
fútbol es una
analogía del brasileño. Bueno, no he venido a
juzgar. Hemos quedado eliminados
nuevamente y es
tiempo de buscar culpables. Tal vez
sea Manuel Burga, o
a lo mejor
ese periodismo apasionado
que más tiene
tintes de aficionados
y no de
comunicadores.
Reclamar está de
más. Todo eso me
parece una vil
manipulación televisiva con la intención
de descargar la
frustración de algunos
que no entienden
que este es
un juego que
requiere trabajo y
sacrificio. Es innegable que
el futbolista peruano
no solo tiene algunas deficiencias deportivas, sino también
mentales. Hay un temor
que nos invade
en los momentos
definitorios, y ante la
presión de muchos
años sin la
luz mundialista es
normal que los
nervios se presenten
y que en el
momento justo la
jerarquía y el
equilibrio se impongan.
Acaso no recuerdan
que el periodismo
en su mayoría
celebró la contratación
de Sergio Markarían. Ahora ellos
mismos crucifican al
denominado “Mago”. Dónde está
entonces la coherencia. Decidámonos, somos hinchas
o comunicadores.
Ya no hablo
de fútbol porque
lo entiendo y
lo acepto como
deporte. Me encanta, me divierte,
pero nunca dejo
que la pasión
desplace a la
cordura. Dicho esto, solo me
queda esperar un
futuro con más
titulares populistas, con más
encuestas sin sentido
y con más
convocatorias cerveceras. Así somos
y tal parece
que esa es
nuestra identidad.
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