Aquí se habla
de cerveceros, templos y
cremas. Todo es bueno
cuando se tiene
que maquillar una
realidad. Han pasado los
años y aunque
el nombre de Sócrates pasa
por el filósofo
griego, el fútbol también
tuvo su doctor
cuya panacea era
la diversión de
unos y la
admiración muchos.
Zico, Toninho
Cerezo, Falcao, Eder y él. Barbado y
tan delgado que
seguramente el mandil
blanco le asentaba
mejor que la
indumentaria futbolística. El doctor
que bebía y
fumaba, insignias de una
sociedad que gusta
del jolgorio y
que hace de
la fiesta una
manera de vida.
Pero el galeno
tenía los conocimeintos
suficientes y no
solo las cirugías eran
parte de su
preparación. Capitán dentro del
campo, esas incisiones que realizaba en
la defensa contraria
eran parte de
sus estudios aprendidos
en las escuelas
del Botafogo. Campeón paulista
en 1982 y 1983 con
el Corinthians. Solo un
hact trick de Paolo
Rossi le privarían
de la posibilidad
de alcanzar el
título máximo del
fútbol.
Pero ya que
importa. Una bacteria le
provocó un choque
séptico de origen
intestinal que se
lo llevó un
4 de diciembre
del 2011. Cincuentaisiete años
de edad para
un miembro honorario, quizá uno
de los últimos, de
aquella generación del
jogo bonito y
del arte preciosista.
“Quiero morir un
domingo y con
el Corinthians campeón”
Así decía, y aunque
la vida fue
injusta con un jugador de
su talento, finalmente a la que
llaman la diosa
fortuna cumplió su más
ferviente deseo. Murió un
domingo y ese
día por la
tarde el Timao
se coronaba campeón
por quinta vez
en sus historia.
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