La violencia
es condenable en
todas las instancias. Proteger a
los talentosos en
detrimento de los
que juegan al
limite. Y que pasa
cuando la naturaleza
te obliga a
ser para lo
que naciste. Pablo García
tenía una misión, desagradable o no,
era para
lo que había
nacido.
Pablo intentó
ser diferente. Al parecer
sus confusiones juveniles
lo llevaron a
ser admirado por
esa mágica pierna
izquierda. El Montevideo Wanderers
se frotaba las
manos, y no era
para menos, su pequeña
joya estaba siendo
observada por los
grandes que solo
podían apreciar el
talento más no
el carácter.
El Atlético
de Madrid fue el afortunado
o el infortunado. Tardía adaptación
al balompié hispano
que derivó en
una cesión al
Valladolid. Después un Milan
lo rescató, pero tan
solo para engrosar
su foja de
servicios. Deambular por el
Calcio termino por
devolverlo a la
madre patria donde
por última vez
se vio la
mejor versión de
ese zurdo atildado.
Final de
Copa del Rey
y buenas temporadas
con el Osasuna
fue el principal
motivo para que
el Real Madrid
se interesará por
él. Nunca se acomodó
al conjunto capitalino, ergo, su paso
por la casa
blanca no fue
más que una
situación anecdótica.
Finalmente el
Paok griego disfrutó
de este bipolar centrocampista. El doctor
Jekill y mister
Hyde dirían algunos. Bueno, Pablo ha
hecho lo que
podía y en
esa discusión interna
de ser príncipe o
guerrero él optó por
el escudo y
la espada, no sabiendo
que un rastrillo
incorporado le permitiría
alcanzar lo que otros genios
jamás lograrían.
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