No es
un título compuesto
por el que
escribe, sin embargo, creo que detalla claramente
lo que Independiente
hizo en aquel
ya olvidado 1984. Estadio
Nacional de Tokio
y el campeón
de Europa como
favorito. La mesa estaba
servida, pero todavía faltaba
la última palabra
del Rey de
Copas.
El Liverpool
estaba cerrando su
etapa gloriosa. Ya no
figuraban los Graeme
Sounnes o John
Toschak. Aún sobrevivía el
gran Kenny Dalglish, pero era
notorio que los
días coperos habían
concluido. Lo de Independiente
era muy similar. Había apeado
al Gremio de
Porto Alegre para
llegar a esta
final Intercontinental y
gozaba aun del
incombustible Ricardo Enrique
Bochini.
El uruguayo
Carlos Goyen resplandecía
como pocos. Había llegado
en 1981 y
pese a su
estilo nada espectacular
fue el mejor
en aquella final. Néstor Clausen, Enzo
Trossero y Carlos
Alberto Enrique, campeones mundiales
en 1986, componían junto
a Hugo Villaverde
una zaga soñada
y tan expeditiva
que ni el magnífico Ian
Rush pudo eludir.
La volante
era muy completa. Claudio Marangoni
y Ricardo Giusti ofrecían el
equilibrio, Bochini y al
mágico Jorge Burruchaga
acariciaban el esférico y
condimentaban la fiereza
de un equipo
con apetito. Arriba, José Percudani
estaba a la
espera de un
resquicio para hacer
de las suyas, y
lo encontró en
el minuto 6, mientras Alejandro
Barberon solía buscar
por fuera la posibilidad del
desborde.
Un Liverpool
más escoces que
nunca. Habían seis jugadores
de esa nacionalidad,
pero nada pudo
hacer ante un
conjunto que mostró
bravura y decisión para
conseguir un título que
nadie imaginaba que
iba a ser
el último de
esa gloriosa cadena.
El tiempo hace lo
suyo y olvida
hasta el recuerdo
más preciado. El subconsciente
intenta dar la
contra. Independiente está en
la B argentina, ya
no hay días de gloria, solo
peleas dirigenciales y
hasta sillas volando
como proyectiles. Tan solo
una Copa Sudamericana
ha querido insulsamente
reverdecer viejos laureles, y
aunque sabe a poco
es, por
ahora, lo único
que puede animar
a un equipo
que es un
gigante que solo
la historia halaga.
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