Aseveraba
que
el Milan y
la Juventus eran
equipos de otro
planeta en comparación
a los conjuntos
españoles. Era 1997 y
el gigante goleador
se despachaba diciendo: “En
Italia sí que
se entrena con
intensidad… en España se
entrena poco, poquísimo, y por
eso, a mí me
cuesta tanto coger
mí mejor forma
física”.
Han
pasado
17 años y
tras conquistar el
Pichichi de la
liga, militar en el
Inter y nunca
ganar la Copa
de Europa, el famoso
Christian Vieri declama
públicamente que está
en quiebra económica
y que solicita
un trabajo como
técnico para salvar
su maltrecha situación
monetaria.
Il Bobo
Vieri lo llamaban. El único
con 200 doncellas
en su haber, aunque
dice que solamente
vale recordar a una:
“Solo he
amado hasta morir
a Elisabetta Canalis. Puedo decirlo, ella
ha sido el
gran amor de
mi vida. La única
que merece ser citada. No ha
habido rencores por
nuestra separación, hemos seguido
siendo amigos”.
Y de que vale ahora tanto chiche, cuando tras las innumerables
noches de póker,
jolgorio e inversiones
nefastas, ya no queda
un solo euro
que reviva esos
tiempos cuando era
el delantero más
codiciado del fútbol
europeo. Ya no queda
nada de esas
partidas de naipes
en las concentraciones o
de esos aires
fatuos como cuando
declaraba a medio
mundo que tenía
un contrato largo
con el Atlético
de Madrid, pero que
también lo tenía
con la Juventus
y se marchó
cuando menos lo esperaban.
La
vida
es de circunstancias y
no de oportunidades. Vieri aprovechó
su momento, pero despilfarró
su futuro. No entiendo
que paso por
su cabeza, no sé si
fue inmadurez o una simple
estupidez. No deseo juzgar, aunque ante
la evidencia solo
queda despedirme diciendo
que ahora entiendo
el por qué le
decían el Bobo
Vieri.
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