Han pasado casi 28
años desde aquel
evento. Una quinta, una época. Un
tiempo donde el
monopolio también se hacía presente, pero cuando
las oportunidades eran
las mismas para
todos. Desde Zarra
hasta Raúl, y en
el intermedio un
buitre que gobernaba
la casa blanca.
Emilio Butragueño
era un delantero
que se adelantó
a su tiempo. Sus
dotes, más desequilibrantes que
clásicos, lo convertían en
un ariete que
debía romper con
su verticalidad y
matar con su
cambio de ritmo. La
transición de 50
km por hora
a 100 en cuestión
de
segundos. La Dinamarca de
Preben Elkjaer lo
vio pasar y
el Real Madrid
se deleitaba con
un jugador que
lideraba una banda
que borró del
mapa a los
culés.
La Copa
UEFA tampoco le
fue ajena, aunque la
Copa de Europa le
hizo ser testigo
del cambio futbolístico que
planteaba el Milan
de Arrigo Sacchi. Los mundiales fueron
su gran deuda. Hizo lo quiso, pero
igualmente tuvo que
aceptar con hidalguía
que habían otros
gigantes que también jugaban.
“Este tipo
tiene el gol
en el cuerpo”
Así lo
definía Alfredo Di Stéfano. Y es que 171 goles
no lo consigue
cualquiera, porque cuando
Emilio arrancaba solo
se distinguían las
huellas que dejaba
a su paso.
Gol tras
gol y triunfos
con fracasos. Han pasado
casi 28 años
y el buitre, ahora
con traje y
corbata, continúa buscando lo
que como jugador
no logró y
que sigue siendo
su mayor obsesión, la
ex Copa de
Campeones, para ustedes la famosa Champions
League.
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