)
No es
tan antiguo como
para ser una
leyenda, ni tampoco tiene
presente para ser
un ídolo. Tiene historia, pero
no sirve para
las comparaciones. Tiene aún
vida y por
ello no postula
a ser un
mito. Rivaldo fue un
crack, aunque nunca fue
considerado un grande.
De las favelas
a
la inolvidable chilena
en el Camp
Nou. De los fracasos
olímpicos a los inigualables remates
mundialistas. Vitor Borba Ferreira Gomes nunca pensó en
dejar huella, pero lo
hizo. Jamás fue considerado
un Dios, porque bien
sabía que aunque
terrenal ya había
trazado un camino.
Y que
puedo decir de él.
Que triunfo en
el Barcelona y
que fracaso en
el Milan. Que todavía
lo recuerdan en el Deportivo
o que pese
a los años
aun lo vitorean
en el Olympiakos. Que puedo
decir de esa
zurda que a
veces fungía de látigo y
en otras se
presentaba tan delicada
como la seda.
No señores, no
tengo argumentos para
describir lo que pude
observar y admirar. Ya que
algunos pueden ser mitológicos,
pero otros, aunque humanos, no
necesitan de títulos
nobiliarios ni alabanzas
desmedidas.
Vitor Borba
Ferreira es de
aquellos que jugaba
con el corazón. Que entendía
el fútbol como un
deporte y que
aun en sus
claustros puede sentir
junto a su
hijo lo que
por toda su
vida lo ha
apasionado. El Señor Rivaldo
hizo lo que
sabía y creo
que para muchos
fue suficiente.
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