lunes, 30 de enero de 2012

Oliver Bierhoff: El goleador de los aires



El éxtasis futbolístico discurre entre los aficionados, será el gol de oro el que defina un título o la consagración de un insípido delantero. Oliver Bierhoff vio como la Euro 96 era la posibilidad de hacer algo distinto, aprovechando las miradas del mundo entero y las lesiones que afectaban al equipo conducido por el “Perro” Berti Vogts.

Al frente de los teutones la Republica Checa del desafortunado arquero Kouba, de las serpenteantes arremetidas de Karel Poborsky, de las filigranas de Patrick Berger y de las decisiones sacrificadas de Radek Bejbl. Dividida la antigua Checoslovaquia, los de Praga eran la sorpresa del torneo dejando en el camino a los seleccionados de Portugal y Francia, desplegando asimismo un juego donde la practicidad era la principal cualidad.


Bierhoff tenía 22 años cuando acepto la propuesta del Casino Salzburgo, todo un reto para el considerado heredero del gigantón Horst Hrubesch. Goleador de la liga austriaca, nada se opuso para que llegara al Inter de Milan, fichaje simplemente testimonial ya que inmediatamente fue cedido al Ascoli. Diecisiete partidos y solo dos goles fueron la causa de una hernia discal, pero pese a esto no pudo evitar las declaraciones de un alto cargo del club: “He pedido un delantero centro y me han traído un corredor de bicis” .




El Ascoli descendió a la serie B y él se conformó con taladrar las redes italianas para pagar la confianza de otros directivos que determinaron adquirir todos sus derechos de propiedad. Hizo públicamente sus deseos de no emigrar al fútbol inglés cuando el Manchester United pregunto por él, decidiendo finalmente decantarse por el Udinese, equipo recién ascendido a la primera división.

Lo hizo bastante bien en el conjunto de Friuli, lo que fue importante al momento de que el Milan desembolsara 18 millones de dólares por su pase. Campeón italiano con el cuadro rossonero, fue capaz de ensombrecer en varias oportunidades la figura de George Weah y del brasileño Leonardo, siendo el alemán un actor de segunda línea, sin la espectacularidad del africano, ni la técnica del ex jugador del Valencia.

Siempre por detrás de Jurgen Klinsmann, Stefan Kuntz y hasta de Fredi Bobic. El delantero del Udinese ingreso para igualar la final de la Euro, y cuando el cansancio era el protagonista, marcar el bendito gol de oro (otra creación infundada) asociándose para esto con Petr Kouba. Hace tanto de esto que hasta las imágenes están maltratadas. Que no viene al caso recordarlo, puede que sea cierto, aunque si el viejo estilo británico aun nos cautiva como no mencionar a uno de los últimos exponentes de la estirpe.

No era un corredor de bicis, era un extraño goleador.

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