Protege tu arco
y golpea cuando
puedas. Los griegos juegan
feo, pero quien puede
negarles la coherencia
que exponen al
seguir sus ideas. 2004
fue el año
de la gloria
inesperada y el 2014
fue muestra del
continuismo conocido.
Rehhagel empezó la
obra, Fernando Santos mantuvo
la presencia, y ahora, la
apuesta es Claudio
Ranieri para retomar
el viejo romance
con los triunfos
a nivel continental.
Recuerdo a Claudio
López y al
rumano Adrián Ilie siendo
los solitarios goleadores
de un Valencia
que ganaba, pero que no gustaba. Atrás el
asunto había que
dejarlo en manos
de Cañizares, Djukic,
Bjorklund Angloma y
Carboni. Era el conjunto
infranqueable del momento. Ha
pasado el tiempo
y don Claudio
vio cómo su
Chelsea caía ante
el sorpresivo Mónaco, y
ese mismo equipo
del principado le
sirvió para cubrir
los fracasos en
tierra propia y
colocarlo por fin
en una posición
seleccionadora. Una
situación que puede
amoldarse muy bien
a su fútbol
pragmático y sólido.
No esperemos un
cambio radical en
el estilo. Para nada. La cosa
está más que
clara. Y es que
el equipo griego
no cuenta con
talentosos, y peor todavía cuando el
retiro de Giorgios
karagounis se encuentra
próximo. Al menos Ranieri
sabe que para
empezar tiene un
bloque defensivo importante
donde la experiencia
de Sokratis Papastathopoulos (Borusia Dotrmund) y
Vasilis Torosidis (Roma) debe
complementarse muy bien
con los prometedores
Kostas Manolas y
José Holebas (Olympiakos). A ellos
tienen que unirse
los regulares Panagiotis
Kone (Bologna) y
Konstantinos Mitroglou (Fulham), y
creo que allí
paramos de contar.
Grecia apuesta
por el bloque
y no por
la magia. Ranieri sabe
que debe golpear
primero puesto que
ir a buscar
el resultado es
más que un
reto para un
equipo que hace
de la solidez
defensiva su carta
de presentación. En tierras
mitológicas todo indica
que la corriente
herculiana se impone, porque los
aires de Apolo hay
que dejarlos para
otra época. Esta es
la filosofía y
esto es lo que trae Claudio Ranieri.
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